

Arrastráme.
Arrastráme por tu cauce, sin piedad.
No te detengas, que ésta es la mejor manera
en que podía llegar
lo anunciado desde el comienzo.
Dibujá en mi espalda las cicatrices
del roce con las piedras.
Las algas sabrán contrarrestar el ardor
de las filosas puntas,
erguidos sables las rocas profundas.
El dulce silbido del agua al correr se guardará
en los oídos cansados
(de tanto ruido).
La humedad del entorno
penetrará en la profundidad de la piel,
para ya nunca mas abandonarla,
para ya nunca más permitirle la rigidez,
la sequedad pasada.
El perfume de tu brisa me hará olvidar
cualquier nauseabundo recuerdo pasado.
Lleváme hasta donde quieras,
sólo quiero escuchar esa dulce nana que me acuna,
levitando, flotando en tus brazos líquidos,
tan flacos y extensos como la mirada pueda alcanzar
a vislumbrar.
Sólo quiero llenarme de tu vida antes de que acabe todo,
y contemplar la infinita hermosura del cielo
que se extiende sobre nuestras existencias,
(tan imponente y soberbio como de costumbre).
No pido llegar hasta tu desembocadura,
ambición demasiado extensa para un cuerpo
tan común y corriente como éste.
Me conformo con transitar un poco de tu largo camino.
Camino de tranquilidad, de sabiduría silenciosa,
de secretos ancestrales atesorados con celosía.
Y cuando la luna llegue, y cuando el sol se vaya,
guardaré los rayos por última vez,
para sumergirme en tu hermosura.
Arrastráme por tu cauce, sin piedad.
No te detengas, que ésta es la mejor manera
en que podía llegar
lo anunciado desde el comienzo.
Dibujá en mi espalda las cicatrices
del roce con las piedras.
Las algas sabrán contrarrestar el ardor
de las filosas puntas,
erguidos sables las rocas profundas.
El dulce silbido del agua al correr se guardará
en los oídos cansados
(de tanto ruido).
La humedad del entorno
penetrará en la profundidad de la piel,
para ya nunca mas abandonarla,
para ya nunca más permitirle la rigidez,
la sequedad pasada.
El perfume de tu brisa me hará olvidar
cualquier nauseabundo recuerdo pasado.
Lleváme hasta donde quieras,
sólo quiero escuchar esa dulce nana que me acuna,
levitando, flotando en tus brazos líquidos,
tan flacos y extensos como la mirada pueda alcanzar
a vislumbrar.
Sólo quiero llenarme de tu vida antes de que acabe todo,
y contemplar la infinita hermosura del cielo
que se extiende sobre nuestras existencias,
(tan imponente y soberbio como de costumbre).
No pido llegar hasta tu desembocadura,
ambición demasiado extensa para un cuerpo
tan común y corriente como éste.
Me conformo con transitar un poco de tu largo camino.
Camino de tranquilidad, de sabiduría silenciosa,
de secretos ancestrales atesorados con celosía.
Y cuando la luna llegue, y cuando el sol se vaya,
guardaré los rayos por última vez,
para sumergirme en tu hermosura.