Olas. Olas. Las hay pequeñas. Las hay medianas. Las hay
grandes. Las hay gigantezcas. Fugases, pero tan intensas como sólo alcanzan a
serlo aquellas sensaciones que duran apenas instantes.
El cielo siempre nublado. El cielo plagado de nubes, carente
de azul al alcance de la vista, comienza a ser invadido de agua. ¿Correr?
¿Buscar? ¿Los demas? Tan en vano como inevitable. La angustia avanza por dentro
como el agua por fuera.
El cielo se llena de agua. Va trepando, el agua, por el
cielo. Sube, trepa, desde la superficie del mar, la ola. Sube y no deja de
subir, también, el vértigo en la panza. Con sólo elevar la vista y ver como va
emergiendo, la ola. Cómo se construye, la que instantes después, arrastrará
todo. Una rara alegría, sonrisita cínica del interior, contra-instinto / antiespecie, se me ríe de la desesperación del cuerpo, paralizado o
amagando a correr.
Mientras crece en el aire, desde el mar y en dirección al cielo, va
succionando viento, agua y todo objeto que encuentre a su paso. Necesita tragar,
con voraz impaciencia, para crecer. Cuando ya se siente satisfecha con el
banquete, y con la suficiente imponencia, se lanza, en caída libre, en
dirección a la costa, para cubrirlo todo en un abrazo eterno.
Leer "olas de ensueño" fue un viaje de regreso a nuestros días en mar chiquita. Ese beso del cielo y el agua quedaràn en las retinas de este grupo tan particular de viajerxs.
ResponderEliminarEspero que los viajecitos sigan trepando y no dejen de subir, como tus textos, mi querida Aye, que siempre me dejan con las ganas de leer màs!
Brindo por el regreso de la torre de cubos!!
Salud :)